23 noviembre 2006

LA DICTADURA DE LA DIVERSIÓN II: LAS NUPCIAS DEL DICTADOR

Por supuesto, una de las aspiraciones de los nuevos dictadores será contraer nupcias. Ello es normal, ¡se aburrían tanto! Pero antes será necesario sumergirse en el mundo de los candidatos. En esta fase, los cortesanos juegan un papel primordial: efectuarán labores de "diplomático", de intermediario entre el aspirante a consorte y su señor. Si al cortesano se le llegara a ocurrir que él/ella también puede verse beneficiado/a por ese trasiego de aspirantes, no hay duda de que pronto caerá en la cuenta de su error. Y no porque el dictador se lo diga de forma explícita, no. Eso sería rebajarse. El cortesano pronto se apercibe de que el dictador no tiene esa condición porque sí. El dictador es tal porque es más guapo, más gracioso y, sobre todo, sabe divertirse mejor que nadie. Con esos antecedentes, ¿cómo espera el cortesano competir con su señor? Pero el dictador es magnánimo y, como Dios, aprieta pero no ahoga. Después de que el dictador haya seleccionado a su consorte de entre lo mejor y más granado de la realeza aspirante (o lo primero que pase, que tanto da), el gran señor feudal permitirá que sus cortesanos se abalancen sobre lo que ellos no han querido. O mejor aún: el soberano, magnánimo y conocedor de las necesidades de sus súbditos (que no son otras que las de él/ella mismo/a), hará todo lo posible y moverá toda su influencia para que los amigos de su nuevo consorte emparenten cuanto antes con sus mejores y más fieles cortesanos.

El dictador es el señor absoluto y los consortes y sus amigos se convierten en la nueva nobleza. Se ha formado una nueva aristocracia que sustituirá al viejo y decadente gobierno de la mayoría. Con mano de hierro se dictan nuevas leyes. Algunas son dolorosas pues atentan contra las libertades más básicas:
"Mi consorte y sus amigos son vuestros nuevos señores. Debéis hacer que os caigan bien, y a vosotros deberán caeros bien. Debéis ser sus amigos, darles conversación y reírles las gracias".
Si a los oídos del dictador llegara la noticia de que alguno de sus cortesanos no ha intimado de forma sincera y total con su consorte, las consecuencias podrían ser terribles. Pedirá explicaciones, se enfadará, amenazará, culpará a los demás de sus desgracias. "¿Cómo osas contradecirme", "¿Cómo te atreves a desobedecer mis órdenes? Y tú, ¿cómo osas rechazar los despojos que te ofrezco? ¿Echas de menos a los exiliados? No volverán. Y si lo hicieran, ¿los mirarías siquiera sabiendo que su presencia me incomoda?"

Pero hasta la farsa más grotesca tiene su final. Hay consortes que no aceptan su condición. En un momento de recobrada dignidad pueden incluso llegar a reclamar el afecto del tirano. ¿Cómo es posible? ¿Acaso el pobre desgraciado no sabe que el dictador tiene necesidad de un consorte pero no de ese consorte en concreto? Ah, no, no lo sabía. Él pensaba... Bueno, lo que él pensara ya no tiene importancia. Así, el infeliz consorte no sabe que ha firmado su sentencia de muerte... la suya y la de todos sus allegados. En un cruento golpe de mano, el dictador consorte y su séquito han perdido todos sus privilegios y son desfenestrados. En vano tratan de mover los pocos hilos que les quedan: suplican, imploran, al tirano, a sus cortesanos, a sus súbditos... a exiliados. Todo es en vano. Nadie en ese triste reino moverá un sólo dedo por ellos. Si el dictador no ha derramado una lágrima por ellos, ¿acaso la derramarán los demás?

¡Pero en la dictadura de la diversión está prohibida la tristeza! y, "a rey muerto, rey puesto" parece decirse el dictador. El luto por el magnicidio apenas dura unos días y de nuevo comienza el baile macabro de aspirantes al trono consorte, con todo lo que ello conlleva: cortesanos al ataque, súbditos que estorban, entrada de nuevos reemplazos. De este modo se completará un nuevo ciclo. El dictador saldrá de nuevo a la caza del consorte y todos serán felices porque él/ella es feliz. Y eso es lo único que importa.

LA DICTADURA DE LA DIVERSIÓN

Dejad que os cuente una historia.

En todos los grupos de amigos hay alguien que se cree el alma de la fiesta. Alguien que piensa que si él/ella no estuviera, los demás se aburrirían como ostras. Él/ella/ellos es el motivo por el que los demás viven. Todo esto resulta molesto pero no trasciende a mayores si esta persona no da un "coup d'etat". Si, por omisión de los demás y con la connivencia de unos pocos, esta persona toma el mando, los demás se pueden dar por jodidos. Se acabó la tranquilidad en el frente. Casi siempre la toma del poder se reviste del carácter de los "salvapatrias": "todo iba muy mal", "no sabemos divertirnos", "el aburrimiento se había apoderado de este nuestro grupo", lo que quiere decir que él/ella estaba mal, que se aburría y que no sentía que ese fuera su grupo, sencillamente porque no se hacía lo que él/ella quería. La justificación es muy sencilla. También Franco se sublevó para "salvar la República".

La nueva situación implica introducir cambios, o sea introducir gente. "Hay que renovar todo esto, que estaba muy muerto", argumenta el nuevo dictador. Incluso habrá algún veterano que opine "Muy buena idea. Seguro que estos cambios nos reportan amplios beneficios". La entrada de reemplazos (en otra ocasión hablaré de ellos) no trata de beneficiar al grupo, sólo al dictador. Los reemplazos ya no entran en una democracia. Entran en un sistema dominado por una persona, así que no hay miedo a que se llamen a engaño: "aquí mando yo". Lo que se obtiene dando paso a una ingente masa de reemplazos es desunir y descohesionar al grupo. Cuanta más gente nueva haya, menos peso tendrán los veteranos dentro del grupo.

Lo peor, y más doloroso, es cuando la junta dictatorial decide que hay veteranos que sobran en el grupo. Eso si no hay ya unos cuantos que, hastiados del "despotismo ilustrado" de la minoría, se han marchado ya al exilio. A los repudiados se les hace sentir que su presencia ya no es bien recibida. A las voces críticas se las acalla: "¿Es que quieres acabar solo/a como estos pobres diablos?" o "Estos que se han ido lo han hecho porque son unos muermos. No saben divertirse". Así, un día miras a tu alrededor y descubres que algunos de tus camaradas ya no están. Nadie sabe cómo ni cuándo se fueron, pero ya no están aquí. La dictadura de la diversión lo justifica todo.
Durante este periodo, el papel de los veteranos que se han quedado se rebaja hasta límites vergonzantes: han pasado a ser meros cortesanos, pues es bien sabido que los dictadores necesitan de una larga caterva de aduladores que les hagan sentir que son grandes e importantes.

Si los repudiados así lo quieren, podrán volver al grupo, pero reconociendo que han sido malos, que no saben divertirse, que han estado a punto de arruinar a este nuestro grupo y que si se les permite volver es sólo por la graciosa benevolencia de la junta dictatorial

14 noviembre 2006

LA DESGRACIA DE SER UN IMPAR

No quisiera ponerme melodramática, pero el tema requiere una cierta seriedad. En un mundo ideado para los pares, ser impar es una verdadera y auténtica desgracia. Y no me refiero a desgracia en el sentido de tristeza porque nadie te quiera o cosas similares, no, nada más lejos de mi intención. Me refiero a desgracia en el sentido de la vida cotidiana, desde un punto de vista estrictamente funcional. Todo está pensado para dos. El uno simplemente estorba. Veamos algunos ejemplos muy expresivos de esta desgracia:

1. Si no tienes pareja, estás en un escalón inferior del mundo social. Te falta algo, y por lo tanto, no tienes algunos derechos básicos, como por ejemplo, dormir en una cama decente, cuando hay 9 personas, tres son impares y tres son parejas. En estos casos, aunque las camas sean individuales, tu obligación como buen impar y amigo de tus amigos será dormir en el salón, sin protestar, y junto a los otros impares, aunque no les hayas visto más de dos veces en toda tu vida. El simple hecho de ser un impar crea tal vínculo entre los que tienen esta singular característica que bastan unos minutos para establecer lazos más fuertes que el acero (eso deben opinar, sin duda, las parejas que duermen cómodamente en camitas individuales).

2. Si tienes la desgracia de ser un impar, puedes tener muchas probabilidades de que tus allegados quieran a toda costa que dejes de serlo, incluso a pesar tuyo. No faltarán las encerronas engorrosas, las indirectas o directas a la tristeza de tu existencia, y perlas de similar composición. Las situaciones engorrosas con otros impares merecen un estudio aparte.

3. Si eres impar nunca tienes excusas lo suficientemente buenas como para no querer hacerle una guardia a un pobre padre de familia que tiene que llevar a su pequeño al parque de atracciones por su cumpleaños, o para no querer irte de excursión con tus amigos. Porque tú siempre estás libre y tu obligación es estar dispuesto a satisfacer las necesidades de diversión de aquellos que están más ocupados. A ti siempre te apetece hacer algo el fin de semana, sea ir a la playa, a la montaña o a Port Aventura. No tienes excusa que valga, porque la mejor excusa de todas, que a tu medio pomelo no le apetece, no la tienes.

4. Los acontecimientos sociales son otro gran terror para aquellos que tienen que organizarlos y se encuentran con impares en sus filas. El ejemplo más evidente es siempre una boda. ¿Dónde colocamos a ese amigo impar? El amigo impar suele caer por defecto en una mesa algo alejada de las parejas de amigos, porque esas mesas ya se sabe que tienen un número “par” de sillas a su alrededor. Por lo tanto, a los impares se les suele poner a todos juntos en otra mesa, con alguna pareja descolgada, y con gente que, no sólo ni les va ni les viene, sino que seguramente no habían visto antes en toda su vida. Estos agradables momentos pueden tener consecuencias buenas, como unas grandes carcajadas de desesperación absoluta cuando los impares desconocidos de la mesa tratan de dejar de serlo en ese preciso momento.

5. Hay otra desgracia añadida al hecho de ser impar e invitado a una boda: siempre te va a salir más caro que a un par. Porque, por alguna extraña convención o norma social no escrita, tú siempre pagarás más por tu invitación ( término que me da siempre bastante risa, porque, ¿quién puede considerar invitación algo que te cuesta un ojo de la cara?, pero el capítulo bodas y otros eventos sociales lo dejo para otra ocasión).


Estos son sólo algunos ejemplos de la vida cotidiana, pero hay muchísimos más, y pueden ilustrar ampliamente la razón de existir de muchas parejas que no se sostienen por ningún lado. Aquí tenemos el sustrato que las alimenta: evitar a toda costa las situaciones en las que se ve un impar de pura cepa. Basta con llevar a alguien colgando del brazo para que la desgracia de ser impar se diluya en la desgracia, todavía peor, pero socialmente invisible, de ser un par de desgraciados.